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Es solo impresion mia o El fiscal ahora tiene acento y tono de politico.

Curioso, pero en los ultimos discursos he escuchado al Fiscal Mario Iguaran con tono de politico, sera que esta en campaña?

En el discurso sobre la investigacion a los militares por las desapariciones, se escucha al Fiscal hablar de llevar casos a la corte penal internacional. Algo bastante extremo, si tenemos en cuenta que el fiscal es cuota del presidente, o este sera un caso que en caja en su celebre frase «le esta haciendo un mandado al….» que necesita quedar bien con la comunidad internacional?

Ver Video

http://www.youtube.com/watch?v=lwxstAn-noo

CC

Ingrid Betancourt (Nobel de Paz)

Curioso como los comites pro Ingrid Betancourt se vieron bastante molestos por la entrega del premio nobel de paz que se le hizó al ex presidente de Finlandés Martti Ahtisaari, un hombre ya conocido por sus intervenciones en conflictos tan radicales como el de Kosovo.

Yo creia que los premios nobel se entregaban por los logros o al menos a un trabajo realizado en pro de las causas y no por los deseos de los simpatizantes.

Ingrid en este momento representa para Colombia y para los secuestrados, la mejor y mas conocida cara del secuestro y del conflicto armado. Que bueno seria verla como mediadora y como interlocutora de los secuestrados. Y no en el plan de famosa ex secuestrada, reunida con el papa y con los presidentes europeos en actitud de celebridad y no de embajadora.

Desde que fue liberada, por el Presidente Uribe y su ejercito gracias a la operacion Jaque, la vida le otorgo a Ingrid la oportunidad de trabajar por una causa justa que definitivamente necesita de ella y seguramente con el tiempo y con trabajo arduo se mereza un Nobel de paz, pero no ahora, cuando lo unico que ha hecho es «servirse en bandeja de plata ante la guerrilla y asi terminar secuestrada y no dejarse morir durante su cautiverio», si ella se merece un Nobel por eso, entonces que se merece el soldado colombiano William Pérez quien cuido a una mujer tan fuerte y luchadora que tal vez se queria dejar morir en cautiverio. CC

Frases al aire.

* Curioso es que muchos politicos polemicos recurran a la excusa de la persecucion,  las amenazas de seguridad,  los señalamientos de los que son objeto; como instumento para vender su aparente importancia.  Lo vemos permanentemente en nuestro vecino amigo HUGO CHAVEZ, cada vez que hay una crisis nacional o un tema de verdad importante, este personaje recurre a los miles de atentados que han planeado para acabar con el, curiosamente nuestra amiga Piedad Cordoba esta usando ultimamente la misma estrategia, ME INSULTARON, ME AMENAZARON, AMENAZARON A MI FAMILIA, ME PERSIGUEN, TODO ES UN MONTAJE DEL ESTABLECIMIENTO, y los argumentos?

Bajo la premisa de su discurso popular esta el gritar a  los cuatro vientos que este gobierno paramilitar, fascista, opresos y mafioso la persigue. Y ES AHI!, donde me pregunto ¿ No es paralos gobiernos mafiosso, paramilitares y fascistas, mas facil acabar con ella, apagar su voz y convertirla en una martir inutil, pero martir al fin y al cabo?  La seguridad democratica ha sido eso, seguridad para hacer democracia. Gracias a ella, usted señora Piedad Cordoba, puede gritar, insultar y hacer con la imagen de este pais lo que usted ha querido. CC

CALI: REINVENTAR LA CIUDAD

CALI: REINVENTAR LA CIUDAD
(William Ospina)

Cali fue en otro tiempo no sé si la ciudad más hermosa, pero la ciudad
más amable de Colombia, y todavía estaría en condiciones de serlo.

Yo tuve el privilegio de llegar a Cali, huyendo con mi familia de la
violencia del centro del país, a comienzos de los años sesenta. En ese
entonces no nos llamaban desplazados, pero lo éramos. Veníamos de otras
bellezas geográficas, más melancólicas, de los abismos de Letras y sus
paisajes desdibujados por la bruma, de las campanas entre los pinos de
tierra fría y la música campesina llenando unos cafés a donde entraban
los hombres a caballo.

Fue para mí desembarcar en la otra cara de la Luna llegar a una ciudad de
ceibas y samanes, de palmeras y sol incansable, de atardeceres largos y
rojos en los que a cierta hora la brisa empezaba a cerrar sonoramente las
puertas, donde había muchachos negros de grandes sonrisas vendiendo
mangos y chontaduros en las esquinas, donde abundaba una belleza
complacida consigo misma, que no ocultaba su cuerpo, donde todos los
seres tenían ritmo y donde el baile ponía en acción el cuerpo desde bien
temprano.

Cali era un mundo lleno de colores, donde se sentía la diversidad de las
razas y de las tradiciones. Para mi fue también pasar de la vida casi
rural a la vida urbana, donde la radio efundía fabulosos terrores,
llegar a la espaciosa y golosa penumbra de los cines matinales, ver desde
las terrazas de Guayaquil, cerca de mi colegio de franciscanos, la
progresión de los barrios hacia el horizonte de la llanura, sentir los
desmesurados basurales de la galería, vivir los largos recorridos en bus
por los barrios que nunca terminan y los paseos de domingo que
congregaban a centenares de personas a orillas de los ríos más frescos
del mundo, bajo árboles enormes, oyendo en la lejanía casetas llenas de
mambos y pachangas, de los merengues traviesos de Pacho Galán y de los
porros contagiosos de Lucho Bermúdez.

Desde los humildes negocios de barrio donde mi hermano Jorge y yo
devoramos toda la mitología de las historietas de los años sesenta, hasta
los largos campos de fútbol a donde iban en excursión los colegios a
celebrar sus campeonatos, desde las piscinas de baldosas ardientes hasta
las ventas de hojuelas y de algodón rosado en las ferias de diciembre,
Cali estaba infinitamente viva, y un laberinto de ruedas de Chicago,
circos pobres y túneles del terror nos marcaron la vida para siempre.

Por eso en cuanto pude volví a Cali, a acabar de educar el corazón en las
fiestas de la amistad y en los banquetes de la inteligencia de los años
setenta.

Una ciudad puede ser asunto de leyes y de presupuestos, de planeación y
de fiscalización, pero es en primer lugar un asunto de vida y de
convivencia, de felicidad y de belleza. Lo primero que quiero decir es
que nunca he conocido una ciudad tan propicia para la vida y para la
amistad, para la creación y para la celebración, y que tiene que haber
sido un gran extravío lo que hizo que Cali perdiera por un tiempo su
norte y su espíritu, y se convirtiera en una ciudad peligrosa y sórdida,
maltratada y desesperanzada.

Los dos momentos magníficos de la ciudad que me fue dado vivir
correspondieron a dos esfuerzos conscientes y enormes de la dirigencia y
de la ciudadanía.

La Cali de 1962 acababa de salir de la catástrofe de los años cincuenta,
que arrasó con una parte considerable de su estructura urbana. Yo llegué
a vivir sin saberlo precisamente cerca de la zona que había sido
destruida por la explosión seis años atrás.

En la calle 26 con 18, en el barrio Saavedra Galindo, nació mi vida
caleña, cerca a las paralelas del ferrocarril, y no recuerdo haber
sentido la huella de aquella calamidad tan reciente. Había pobreza, pero
la única violencia que me fue dado vivir fue la vaga leyenda del ‘
monstruo de los mangones’, que por entonces era no solo un rastro de
cadáveres exangües de niños abandonados en los pastizales sino también un
recurso de los padres para controlar mejor a sus hijos.

Mi segunda llegada a Cali fue diez años después, en 1972, y la ciudad
acababa de vivir su rediseño con motivo de los Juegos Panamericanos del
71.

Las mejores ciudades del mundo son aquellas por las que se puede caminar.
Las ciudades pierden su rumbo cuando se convierten en tierra de nadie,
cuando se diseñan más para los carros que para la gente, más para el
poder que para el disfrute, más para la competencia que para la
convivencia.

Era posible recorrer sin sobresaltos las orillas del río desde la Clínica
de los Remedios hasta Santa Rita, caminar por la avenida Sexta desde el
Paseo Bolívar hasta el Drive-in de la Campiña, caminar por el parque del
Acueducto y por el Cerro de los Cristales.

Era balsámico recorrer Juanambú y Santa Mónica, entre el aroma de las
camias, San Antonio y San Fernando, Alameda y la calle Quinta, Junín y
Santa Helena. Después, una visión absurda cambió la prioridad de los
peatones por la de los vehículos, y el paseo por las orillas del río, y
muchos otros recorridos posibles, se convirtieron casi en pesadillas.

Si algo hizo a Cali tan grata en otros tiempos fue la conciencia de sus
dirigentes del escenario privilegiado que la ciudad ocupaba. Ello exige
de los urbanistas conocimiento de la ciudad, de su topografía, de su
clima, de sus especies vegetales, de su historia, de su composición
humana y de sus tradiciones.

Cali siempre tuvo capacidad de brindarse, de no hacer sentir ajenos a los
paseantes.

Cuando llegué, a los 17 años, solía recorrer la ciudad con avidez y con
deleite, y nunca nada ni nadie le obstaculizó a ese muchacho provinciano
el disfrute de las calles ardientes del centro, de las lluvias de
guayacanes de la avenida Sexta, del bullicio de las chicharras por Santa
Mónica, de la fresca sombra de las ramas del caucho junto al Museo la
Tertulia, de los prados sombreados de bambúes por la orilla del río, de
las frescuras del río en Santa Rita, de las cáscaras de cigarras todavía
adheridas a los árboles en el parque del Acueducto, de la gran ceiba
deshojada subiendo a los Cristales (que ciertos días del año se llena de
pomos de miel que muerden los murciélagos y arroja en algodón al viento
sus semillas), de la torre Mudéjar, de la colina pensativa de San
Antonio, de la Ceiba madre de la 44, de las piedras y los espejos de agua
de Pance.

Estoy seguro de que eso no correspondía a la política de nadie, a las
intenciones de nadie, sino al espíritu espontáneo de la ciudad, y yo pude
apropiarme de esos espacios y amarlos como una posesión que me daba
alegría y sosiego.

De esa hospitalidad nacen todos los bienes, la paz y las canciones, la
convivencia y la prosperidad, y en cambio cuando los espacios públicos se
entorpecen o se privatizan, empezamos a vivir la ciudad como sin derecho
a ella, empezamos, los visitantes y también los habitantes, a sentirla
como algo ajeno, como algo hostil, y de allí solo faltan unos pasos para
llegar al peligro y a la amenaza.

Qué bueno sería que la gente pobre accediera al umbral de la dignidad,
desde donde es ya posible emprender la lucha por la superación; que
escapara del estadio paralizador donde nada es posible; y qué bueno sería
que también la gente rica accediera a ese otro umbral de la dignidad que
es el sentido de responsabilidad social, sentirse parte del mundo del que
derivan su riqueza y su bienestar.

Depende de todos nosotros, pero en primer lugar de quienes más se
benefician del esplendor de nuestro mundo, y de quienes han asumido la
responsabilidad política de administrarlo, superar este dramático
contraste entre el todo y la nada, entre la opulencia y la postración,
entre el hartazgo de los satisfechos y la penuria de los que ven amanecer
con angustia y con miedo.

Colombia lleva demasiado tiempo comprobando que de este crecimiento
caótico, no dirigido por ninguna intención civilizatoria, solo brota un
mundo primitivo y violento, donde todo tiene que resolverse por la vía de
la arbitrariedad o del resentimiento. La construcción de un mundo humano
no se puede dejar a la inercia de los egoísmos particulares: exige
voluntad, disciplina, generosidad, ética, sana filosofía y sana política.

Así aprenderemos a hablar no solo del derecho a la vida, del derecho a la
salud, de la dignidad de cada quien, sino del derecho a la ciudad, del
derecho a la recreación, del derecho a la belleza.

Las administraciones deben tener proyectos a corto y a largo plazos,
compartirlos con la comunidad, convertirlos en procesos y en dinámicas.
Sin descuidar las responsabilidades del presente, hay que tener sueños,
sueños arquitectónicos, sueños urbanísticos, sueños comunitarios, sueños
culturales. Cuando los sueños son pertinentes, tarde o temprano aparecen
los recursos.

Hoy, cuando se habla tanto de seguridad, hay que recordar que la mayor
seguridad es poder confiar en los vecinos, es sentirnos rodeados de
personas que tienen lo indispensable, de personas que han sido tenidas en
cuenta en el diseño de la ciudad: nada es más peligroso que lo que dejan
por fuera los mil torpes mecanismos de la exclusión.

Y es apenas justo que todo lo que excluimos se vuelva peligroso: bien
dicen los sabios que el destino castiga más duramente la negligencia que
la maldad.

La ciudad no solo está en la ciudad: vivir en el espacio urbano exige
conciencia del mundo. Y ahora más que nunca. ¿Cuántas personas en Cali
saben que la provisión y la pureza del agua que sale de sus grifos
depende, por ejemplo, de la protección de los Farallones, del control a
la tala de bosques y a la contaminación en la cuenca del río Pichindé y
en Felidia, de darles una correcta solución a los invasores de esas
cuencas, arrojados allí por la necesidad o por otras razones?

No puede haber una mejor ciudadanía sin una adecuada información
ambiental y sin una educación que vaya más allá de la información, que
sensibilice, que nos haga sentir parte de la región, parte del planeta.

Más allá de su tejido urbano, de su sistema de fábricas y comercios, de
su tejido residencial y recreativo, de sus sistemas de transporte y de
comunicación, la ciudad es también un organismo invisible, hecho de
memoria y leyendas, de mitos y de imaginaciones, de símbolos y de música.
Y esa mitología de la ciudad a veces llega a ser más visible para el
mundo que la ciudad física sobre la que esos símbolos reposan.

Cali es una ciudad donde se fusionan muchas realidades: hay que permitir
que dialoguen a través de todos los lenguajes. Cali es un diálogo de
negros y blancos, de inmigrantes de todo el país, un diálogo de la
llanura con la montaña, de los Andes con la cuenca del Pacífico, de la
agricultura con la industria.

Y Cali solo puede ser un diálogo de culturas. Hay que dejar florecer los
mitos, hay que escuchar la voz profunda de las comunidades, y hay que
desatar procesos, porque las comunidades están llenas de iniciativas a
las que no se les puede trazar todo su derrotero, que deben evolucionar
por sí mismas, guiadas, como siempre en el arte, más por la intuición que
por la razón.

Las políticas pueden equivocarse, pero las costumbres civilizadas, los
sitios de encuentro, los relatos, la gastronomía, las canciones, las
músicas, las artes verdaderas, solo nacen cuando son necesarias, y tal
vez por eso nunca se equivocan.  CC

Carta a Ingrid Betancourt

Esto me lo enviaron por mail hace unos dias, desconozco el autor. Un poco resentido, pero en algunas cosas muy cierto.

Juzguen ustedes.

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Publicado en: http://www.blogdelgerente.com/category/politica/

Para Ingrid Betancourt

Publicado a las 5:59 pm en Colombia, Opinión, Personal, Política – Julio 8, 2008

Veamos, señora Betancourt, me dirijo a usted para decirle que si, que nos alegramos por su rescate y ví a la Dra Puppy (mi esposa) chillar como una niña al ver a su señora madre rodilla en tierra rezando y dando gracias a Dios por su libertad, vale, se le acepta y se le felicita… de corazón….

Lo que no le acepto ni a usted ni a su familia son esas ínfulas de europeos, producto del fortuito matrimonio suyo con su ex señor francés, de no ser por eso, usted sería una colombiana más, igual a la señora madre del Capitán Guevara… si, la madre de ese mismo mártir de nuestra patria que se murió secuestrado en la selva, condenado por cumplir con su deber, esa noble señora a la que le toca subirse a un bus urbano exponiéndose a que la apuñalen por robarle el marco de la fotografía de su hijo muerto y que sigue secuestrado…

Sabemos que usted era secuestrada estrato 6, no producto de su importancia política, que con los meses fue decayendo, usted era una secuestrada estrato 6 gracias a Francia y gracias a su señora madre.

Francia no le salvó la vida, usted fue salvada por un pequeño grupo de ‘patirrajados’, algunos de ellos que juraron dar su vida al ejercito o a la policía de Colombia, dar la vida, no por usted, por todos nosotros, esos héroes anónimos, los que la acompañaron y apoyaron durante su secuestro y los de la inteligencia militar, si señora, esos que en algún momento juraron ante Dios y la Patria defender las instituciones y a Colombia con su propia vida si fuera necesario y que además lo cumplieron.

Mire señora Betancourt, su mamá en medio de su desespero, maltrató a este país al decir que esperaba más de las farc que de su patria, esa señora que se dedicó, apalancada en su doble nacionalidad, a dejar por el piso europeo el buen nombre de Colombia, esa señora adinerada y de la alta sociedad quien siempre culpó al gobierno de su secuestro, no señora, a usted no la secuestró el gobierno como creen los cocainómanos europeos, la secuestraron sus proveedores de coca, los terroristas de las Farc.

Si, señora, Uribe no merece las disculpas de su ‘mamita querida’, las merecemos los colombianos que de una u otra manera trabajamos todos los días para que este país no se hunda más de donde la gente de su clase económica y social lo han hundido…

Y no, no soy de izquierda ni mucho menos, soy uno más, uno que se levanta enfermo a trabajar duro para poder pagar los servicios públicos y el colegio de su hija, un colombiano que conoce los Campos Eliseos gracias a las transmisiones gratuitas de televisión del Tour de Francia, un colombiano que debe ahorrar todo un año para poder pasar tres días en un Hotel pequeño en Cartagena, no un colombiano, que como su familia, se mantienen en hoteles 5 estrellas y apartamentos elegantes fuera del país.

Escuchar hablar a su hermana y a sus hijos de justicia social en Colombia, desde una costosa heladería a orillas del Rio Sena, recién ‘apeados’ de los 200 caballos de potencia de un lujoso Citröen no es creíble.

Le repito, me alegra que haya salido de ese secuestro, la libertad es un derecho de todos, no solo de las familias con apellidos y dinero como la suya, pero a un ex soldado como yo le duele mucho ver como usted que proclama la libertad y la igualdad se sube a un lujoso avión, cruza el Atlántico y desde el blindaje de los micrófonos en Europa empieza a decir que se va a quedar allá por seguridad, mientras los verdaderos héroes de esta patria, llegan después del secuestro a sus casas de interés social y a medio terminar, intentando recuperar sus familias, a sus amigos y a buscar el dinero para pagar los servicios y lo del almuerzo en la tienda de la esquina.

La reto a que hable de igualdad social y política aquí, en su patria(que al parecer no lo es tanto), esa que, según sus palabras no la salvó del secuestro, porque según usted fue Francia, cuando ni siquiera sabían de la operación Jaque, cuando hay indicios que pagaron por usted y la convirtieron en esa estrella fulgurante, hable aquí en esta patria que se debate entre la vida y la muerte y que llora la muerte infame del capitán Guevara, de lo contrario, no venga, quédese en la seguridad de sus apartamentos lujosos en Europa y láncese a la política allá, hágale competencia a Sarkozy y espero verla algún día como presidenta del parlamento europeo, hasta presidenta de Francia, pero no cuente con los colombianos ‘de a pie’, que nosotros estamos aquí trabajando muy duro por este país, no señora no se vaya a confundir, yo detesto a las farc a los paramilitares y a los corruptos por igual, esos terroristas que nos han hecho daño, respeto profundamente las instituciones en Colombia, a pesar de los problemas de corrupción, producto de gente tanto o más ambiciosa que su familia, que le rezaron al que fuese con tal de obtener sus objetivos.

No venga a nuestra marcha señora Betancourt, tranquilamente quédese allá, aquí marcharemos con el alma a flote pidiendo por la libertad de los otros secuestrados, los colombianos de a pie, esos que sacan fiado el aceite en la tienda de la esquina para poder fritar una salchicha a la hora del almuerzo, esos que juraron defender la patria y en cumplimiento de su deber han dado su vida en la selva para que nosotros podamos ver televisión…

La marcha del 20 de Julio no la necesita, esta marcha necesita valor, esperanza y fuerza, tranquila señora, descanse que bien merecido lo tiene, quédese por allá cuidando a su señora madre, quien la necesita más que nosotros…

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Publicado en: http://www.blogdelgerente.com/category/politica/

CC

Despues de las marchas…

MARCHA

MARCHA

Ya salieron todos a marchar, la familia, las parejas, el que tenia algo porque quejarse, el que queria dejar la culpa a un lado, por no haber marchado en la del febrero o no haber estado en el concierto del puente (incluida Shakira); en casa se quedaron los que trasnocharon, los que salieron a rumbear y los del arrunchis eterno..

 Y ahora que? despues de las marchas que sigue?

Francia

Francia

Muy bueno el concierto!!!  Shakira y Vives de ensueño dijeron los medios, Juanes con Ingrid sensacionales, dijeron en Francia…. 

Y aunque todos teniamos claro porque marchabamos, olvidamos hoy que lo importante sigue ahi. Siguen personas secuestradas. No solo el politico o el militar, hay personas del comun, como mi vecino, como el medico, el ingeniero, el industrial… todos siguen ahi o alla.
Concierto Leticia

Concierto Leticia

YO MARCHE !!! Lo digo y lo dire con orgullo siempre, porque pocos mecanismos tenemos como ciudadanos para mostrar nuestro inconformismo, y hoy veo las fotos de la marcha, muestra clara de que fueron mas personas que a las anteriores,  sinembargo, hoy en mi escritorio me pregunto lo mismo que me pregunte antes de marchar:
Que pasa con ellos? Que hace el gobierno? Que hago YO? 
Concierto Leticia

Concierto Leticia

LOS NECESITAMOS LIBRES A TODOS !!!
Sin condiciones, sin exigencias, sin despeje, sin plata.

De las marchas quedaron las fotos… una muestra de la expresion de todos, pero sobre todo muestra de el inconformismo del Ciudadano Cualquiera.